RETOS Y DILEMAS EN LA CONDUCTA
ETICA DE LOS DOCENTES
CHALLENGES AND DILEMMAS IN THE CONDUCT ETHICS FOR
TEACHERS
Autores:
Ferrer B., José
C.I.: 11.290.223
García H., Darwin C.I.:12.697.733
León B., Gloria
C.I.:10.415.722
RESUMEN
Ferrer B., José C.I.: 11.290.223; García H., Darwin C.I.:12.697.733 y León B., Gloria
C.I.:10.415.722. Retos y dilemas en la conducta ética de los docentes
El presente artículo se desarrolló con el fin de presentarles a los
docentes los diversos enfoques que desde el punto de vista ético abarcan el
quehacer educativo y que aplicados adecuadamente repercuten en su
desenvolvimiento profesional, por lo antes expuesto, nuestro propósito es conocer los retos y dilemas en la conducta ética de los docentes; se
realizo bajo una investigación
transaccional no experimental de tipo descriptiva y documental. Como consideraciones finales, es necesario abrir el
espacio para la discusión pública sobre la labor docente, para que el
profesorado y los estudiantes adquieran las competencias de escuchar y atender
los intereses y las necesidades de los sujetos para los cuales se desarrolla la
tarea pedagógica, esto por sí sola no se produce, mientras el factor moralista
de nuestra sociedad no sea introducido a los conceptos humanos y de convivencia
dentro de nuestras comunidades educativas
Palabras
claves: Retos, dilemas, conductas éticas.
ABSTRACT
Ferrer B., José C.I.: 11.290.223; Garcia H., Darwin
C.I.:12.697.733 y León B., Gloria C.I.:10.415.722.Challenges and dilemmas in
the conduct ethics for teachers
This article was developed in order to
introduce teachers to the different approaches from the point of view of ethics include educational work and properly applied
impact on their professional development, by the
above, our aim is to meet the challenges and dilemmas in the ethical conduct of teachers; was conducted under a research
transactional descriptive and experimental documentary. As a final consideration,
it is necessary to open the space
for public discussion on the teaching, so that teachers and students with the skills to listen and serve the interests and needs of the subjects for which the pedagogical task is developed, this by itself does not occur, while the moral factor of our
society is not introduced to the human concepts and
relations within our educational
communities.
Keywords: Challenges, dilemmas, ethical
conduct
INTRODUCCION
El referido artículo está centrado en la conducta ética de los
profesionales de la docencia, donde
se pone especial acento en deberes que ha de asumir
el profesorado sin que ello suponga descuidar sus derechos. Tomando como
referencia diversas perspectivas éticas, en el texto se analizan las
responsabilidades docentes en relación con la garantía del derecho de todas las
personas a la educación, una conciencia social y educativa crítica, el cuidado
y la personalización educativa, la formación y el desarrollo del profesorado.
EL docente tiene en sus manos pasar y recrear con las nuevas generaciones
un determinado legado cultural. Para ello es preciso sostener una tensión
perenne entre pasado y futuro, entre ser y deber ser. A las personas que se
dedican a la enseñanza les toca la tarea y las responsabilidades inexcusables
de reconocer las formas de ver, interpretar, pensar y actuar en el mundo que tienen
sus estudiantes y construir sobre ellas otras más inteligentes, humanas y
cívicas. Así como sería un contrasentido entender la educación y los centros
escolares como organizaciones y procesos sociales y culturales asépticos, la
docencia, sin propósitos y actuaciones éticamente defendibles, sería una
profesión sin alma.
De manera que, si los criterios éticos y la reflexión sobre los mismos
quedaran fuera, o en un espacio de segundo orden en el lenguaje, los relatos y
discursos educativos y docentes, podrían idearse imágenes y proyectos de
centros y aulas acaso eficaces, rentables y excelentes en el mejor de los
supuestos. Pero, privados de una cierta vigilancia moral, correrían serios
riesgos de ser y devenir radicalmente inhumanos, injustos y antidemocráticos.
La idea central es revisar durante todo este recorrido, cuales serian los
dilemas de la conducta ética del docente y buscar posibles respuestas ante
retos éticos emergentes en la praxis pedagógica del educador. Para ello se encontraran diferentes
escenarios de reflexión y análisis que
darán cuerpo y coherencia a la idea central del artículo arbitrado.
Entre los escenarios de reflexión y
análisis tendremos: la profesión docente en las actuales sociedades complejas,
alcances y contenido de la docencia, aplicabilidad ética en la praxis docente,
conductas inapropiadas en la ética del docente, retos y dilemas de la ética y
docencia y formación ética para el cuidado. En consecuencia se aspira hacer un
llamado de alerta a todo el gremio docente sobre cómo se está asumiendo la
conducta ética en la práctica profesional pedagógica.
RETOS Y DILEMAS EN LA CONDUCTA ETICA DE LOS DOCENTES
1. La Profesión Docente En La Sociedad Actual
La
concepción actual de la profesión se
refiere a una actividad institucionalizada socialmente la cual, proporciona una
serie de bienes o servicios necesarios para la sociedad actual, requiriéndose de una formación especializada y reconocida
para practicarla, y la desempeñan colectivos, que establecen las normas
aceptables para su ejercicio, a través de códigos éticos (Hortal, 2002). Las áreas
donde se realiza el quehacer profesional han surgido a lo largo del tiempo, y
continúan naciendo para responder a las necesidades sociales. Así, podemos
decir, con pertinencia, que son entornos dinámicas. Según los diversos sucesos,
las profesiones modifican sus metas, las formas de llegar a ellas, las
relaciones entre los integrantes del colectivo profesional y con los usuarios.
Un profesional excelente es aquel que
lucha consigo mismo para ofrece un servicio o producto de calidad que no se
conforma con la mediocridad profesional, sino que lucha por lograr la
excelencia en su trabajo y ofrece a las
personas que le solicitan como usuarios de su profesión. Para esa rebelión
moral de la vida es necesario apuntar si
aspiramos conseguir profesiones y profesionales que favorezcan a construir una sociedad civil decente y vigorosa
(Cortina, 2000).
La acertada
práctica o el ejercicio de la profesión hacen que el profesional, a la vez que
aporta un servicio a los demás y a la sociedad, obtenga un carácter o
personalidad ética. Por ello, es importante revitalizar las profesiones
recordando cuáles son sus planes
legítimos y qué competencias son necesarias para desarrollarlas Y
alcanzarlos. Cuando el profesional consigue y ejerce de modo eficaz sus competencias, se forma como ciudadano y
como individuo moralmente aceptado.
Dentro
de la sociedad actual, la docencia se caracteriza por la interdependencia
estructural. El mundo y el ser humano, en su conjunto, se encuentra inquietado
o perturbado por un sistema de interdependencias en Lo concerniente a los
factores económicas, culturales,
políticas y religiosas. Si lo vemos desde otra perspectiva, la interdependencia
tiene que asumirse como una verdad que demanda imperiosamente respuestas para verificar
la supervivencia de la humanidad.
El
profesional es una persona que ha obtenido por su preparación, determinadas
competencias, reconocidas dentro de la sociedad para aportar un bien o un
servicio a los demás y a la sociedad; así, por ejemplo, presta su asistencia para conservar o
recuperar la salud, asesora legalmente, acompaña en el proceso de la educación
de los estudiantes, contribuye a mejorar los problemas en la familia o proyecta la construcción de vías de comunicación entre
dentro de la comunidad. Con el ejercicio de cualquiera de esas actividades, el
profesional procura ganarse económicamente la vida. La escala social y moral
del ejercicio de una profesión reside en el bien específico que aporta a la
sociedad en general o a los miembros de la misma.
Este
escenario de interdependencia a la que se ha llegado, genera la necesidad
urgente de sobrevivir juntos, de salvaguardar y mejorar la situación de vida en nuestro planeta que compartimos;
de honrar la vida en todas sus formas,
especialmente la humana (Escámez, 2004). Cuando la interdependencia se reconoce
así, su correspondiente respuesta moral es la solidaridad y la ética. Esta última entiende al ser hombre
como un ser en constante relación con su entorno y con la sociedad que lo rodea,
rechaza la idea de un individuo ensimismado y solitario.
El ser
humano no está encerrado dentro de sí, sino vinculado a una realidad social y a
otros seres humanos. No es totalmente autónomo e independiente y necesita a
otros en situaciones de carencia o vulnerabilidad. También es necesario que en
su entorno se le reconozca el resto de situaciones y que los otros le
den importancia a sus acciones y a sus proyectos. Por eso, se afirma que el
hecho ontológico de la interdependencia provoca que la misma práctica de la
ética se aprenda en función de las condiciones de posibilidad creadas en las
relaciones interpersonales.
Desde
la perspectiva de la ética, el buen ejercicio profesional docente incluye la
creación racional de las relaciones de
confianza mutua, que permiten al docente conocer a sus estudiantes y plantear
las intervenciones educativas en función primordial de los intereses y las
necesidades del mismo.
El profesional de la docencia es llamado a
diseñar su realidad con base en preguntas del siguiente tipo: ¿cómo mi
asignatura puede suplir las necesidades
de cada uno de mis estudiantes?, ¿cómo puedo ayudarles en la desarrollar su inteligencia y sus afectos?, ¿cómo obtengo
el mayor contacto con la mayor parte del
estudiantado?, ¿cómo puedo ayudar a que cuiden de sí mismos, de otros
seres humanos, de los animales, del entorno natural, del entorno hecho por el
ser humano y del maravilloso mundo de las ideas? (Noddings, 1996).
La
profesión de la docencia es una práctica relacional, que tiene como característica
principal ser una actividad en la que los profesores tienen el compromiso de facilitar el desarrollo de sus
estudiantes en todas las dimensiones de su personalidad. A partir de esta
premisa, es de vital importancia el compromiso de establecer y mantener
relaciones de confianza, de entrega y sacrificio; los aspectos de mayor
importancia dentro del proceso de enseñanza–aprendizaje son, sobre todo,
relacionales como: el entusiasmo intelectual, la satisfacción compartida ante
un hallazgo o ante un material nuevo, la experiencia de seguridad con un clima
de entendimiento y cortesía (Noddings, 2003).
La
docencia es una actividad ocupacional que tiene todas las particularidades por
las que se define una profesión: a) Le facilita un servicio específico a la
sociedad; b) es una actividad socialmente definida y llevada a cabo por un grupo de personas que se dedican a ella de
forma estable y alcanzan a través de
ellas su medio de vida; c) los docentes se insertan en la profesión tras un largo proceso de capacitación
académica, requisito indispensable para estar Autorizados para poder ejercerla; y d) Constituyen un
colectivo organizado (colegios profesionales y sindicatos) que tiene o pretende
tener la vigilancia y control sobre el
ejercicio de la profesión.
El
docente que utiliza su profesión para el bien colectivo, que realiza prácticas
acorde a la misma, también es un
ciudadano ético, puesto que facilita a generar un capital social dentro de la
comunidad a la que pertenece. Las buenas prácticas docentes permiten generar la
confianza de los ciudadanos en el docente y en sus colegas, satisfaciendo las
expectativas sociales sobre el significado de la profesión y la confiabilidad
de la misma para solucionar los problemas
de las personas y de la sociedad. Cuando una comunidad tiene capital
social abundante se facilitan las relaciones de sus miembros, se intensifican
las energías propias de esa sociedad y se produce perfeccionamiento humano.
La
actividad docente debe generan capital
social y permitir aquellas que
personifican los valores de la ética, es decir, prácticas que fomenten la
autonomía del profesional y de los usuarios, las relaciones horizontales entre
los miembros de la sociedad y la aceptación entre los miembros de la comunidad educativa
(Cortina, 2001).
Los
valores de la ética como la decencia de la persona, la equidad, la libertad, la
igualdad, la solidaridad, la tolerancia o el respeto, la colaboración en los
asuntos públicos, la amistad y la responsabilidad, son los valores básicos que
todos deben tener para que no sean tan evidentes las diferencias que nos agobia en nuestra
sociedad. Son estos valores que tienen que ser parte en las relaciones entre
los seres humanos y así desarrollar el factor ético tan importante en nuestro
mundo actual.
Una praxis docente llena de ética, es decir, una educación que está a la altura de la
dignidad y de valores humanos, es también gratificante y placentera. Es decir,
introduce un sentimiento profundo de satisfacción en el estudiante y en el profesorado, a la vez que produce
resultados satisfactorios. A partir de lo antes expresado, una de las más
destacadas pioneras en el ámbito de la educación para la ética de Noddings
(2001), afirmando que el éxito académico
sin el afecto positivo es moral y estéticamente vacío.
2. Alcances Y Contenidos De La Docencia
A
partir del modelo prusiano la educación y el modelo docente hasta los primeros
modelos ilustrados, han intentado o al menos instruir al estudiantado para
aprobar a la ciencia como el que solucionaba los males de nuestra sociedad.
Según esta visión se esperaba en la ciencia el remedio de los males materiales
y sociales de la humanidad. A través de los años, ha ido quedando claro que no
solo es transferir el concepto de ciencia, y una visión científica del mundo.
De
la escuela se espera que llene la expectativa de contribuir a la formación de
los individuos de modo que les permitan participar en forma plena, en la vida y en la cultura de la sociedad en
la que han nacido (Hortal, 2000). Según lo antes mencionado esperamos de la
educación que permita mejorar o solucionar lo que en la sociedad no funcione o
tengamos que mejorar, si hay desigualdades sociales se introduce la educación
en valores, si hay accidentes de tráfico se introduce la educación vial, si se
deteriora el medio ambiente se introduce la educación ambiental, si hay
violencia de género se introduce la educación para la igualdad, si estallan
conflictos interculturales o violencia ciudadana se promociona la educación
ciudadana, etcétera.
En
el marco del contexto antes expuesto,
Fernando Savater (1998) hizo una pregunta acertada: ¿Qué es lo que puede
enseñarse y debe aprenderse en las escuelas?, en su obra el valor de educar,
Ciertamente, si se intentara una respuesta positivista amplia, su firmeza sería abrumador, pues nos sumergiríamos con
el problema de los fines de la educación. Al meditar sobre tales fines recae en
el destino del hombre, sobre el lugar que domina en el medio ambiente y sobre
las relaciones entre los seres humanos.
La profundidad del cambio social que tiene
lugar en la actualidad exige reformular
las interrogantes básicas sobre las finalidades de la educación, referentes
a quiénes asumen el compromiso de formar
a las próximas generaciones y sobre qué legado cultural, qué valores, qué
concepto del hombre y de la sociedad se quieren transmitir (García, Escámez,
Martínez y Martínez Usarralde, 2008). Tal situación nos trasladaría muy lejos
y, quizás, por recorridos poco prácticos para emplazar a los docentes en una sociedad como la
nuestra, tan compleja y plural en las concepciones de la vida buena.
Para
Savater (1998) nos invita a ser parte del ideal educativo de los griegos, y
encontrar las respuestas acertadas para esta sociedad del conocimiento en la
que nos encontramos. Para los griegos, había una distinción de funciones que
aún se mantienen en algunos docentes: la que aísla, educación propiamente
dicha, de un lado, y la instrucción, por otro. Cada una era ejercida por una figura docente
específica, la del pedagogo y la del maestro.
El
pedagogo era un fámulo o criado domestico que le correspondía al ámbito interno
del hogar y que convivía con los niños y adolescentes, formándoles en los
valores de la ciudad, creando su carácter y vigilando el desarrollo de su
integridad moral. Por otro lado, el maestro era un contribuyente externo a la
familia y se comisionaba para enseñar a los niños una serie de nociones
instrumentales como la lectura, la escritura y la aritmética. La labor
educativa del pedagogo era considerada de gran importancia y se le tenía gran
aprecio; mientras que el maestro era un simple instructor y su función estaba
valorada como secundaria.
Dentro
de la ética en su estudio de los valores
y principios humanos, invita a los docentes de las diversas disciplinas a que
aumenten y profundicen sus relaciones afectivas con la materia objeto de
estudio, examinando sus enlaces con otras cátedras, la vida personal de los
docentes y los estudiantes, y las cuestiones existenciales. Según la
apreciación hecha anteriormente, los estudiantes podrán expresar un verdadero
entusiasmo por la asignatura y los docentes podrán inducir en su estudiantado,
también respuestas afectivas positivas hacia su materia.
A
modo de examinar dichas conexiones se plantea construir una recopilación de
historias o narraciones. Los docentes almacenan experiencias personales y a
través de estudios científicos o de interés de los estudiantes, que se enlazan
a su vez con las cátedras que imparten otros docentes. Con esto, se beneficia
el compromiso interdisciplinario entre el docente y el interés por proyectos
significativos para la vida, que van más allá de la división de las
disciplinas.
A lo
antes planteado, puede ser llevado al campo de la práctica del docente y al
estudiante al experimentar un entusiasmo reiterado por enseñar y aprender, a
través de la implementación de historias
o narraciones que estimulan la aparición de respuestas afectivas hacia los
contenidos de la enseñanza y el aprendizaje. Las áreas de aprendizajes que el
docente selecciona teniendo en mente los intereses del estudiante, debe cumplir
dos criterios básicos: que sea ampliamente juzgada como su estructura de alta
calidad, y que el profesorado la encuentre lo suficientemente provocadora (Noddings,
1996).
El
alcance social de la docencia reside en la transferencia de la cultura y la
formación de personas críticas. Ése es el bien que legitima la docencia y que
tiene que ser respetado inflexiblemente por los que se dedican a ella, si
proyectan ser profesionales éticamente competentes. Sin embargo, en nuestra
sociedad del conocimiento, el docente tiene que prestar una atención especial a
la segunda parte de tal meta social: el proceso de promoción del pensamiento
crítico de los estudiantes, que es inmensamente proporcional al desarrollo de
la racionalidad e implica que los estudiantes alcancen a comprender lo que hace
que un razonamiento sea bueno; a perfeccionar sus habilidades para observar e
inferir, sistematizar, expresar hipótesis, idear alternativas, evaluar
afirmaciones, descubrir problemas y advertir de la acción apropiada.
Indiscutiblemente, la adquisición de un pensamiento crítico igualmente supone
determinadas actitudes como la curiosidad intelectual, la objetividad, la
flexibilidad, la honestidad y el respeto al punto de vista de los otros.
El
avance o la capacidad de desarrollo del
pensamiento crítico de los estudiantes exige al docente: a) la motivación al
debate entre los participantes del proceso educativo, y el entrenamiento para
su participación y que aporte insumos generando pensamiento público; b) el
planteamiento de los conocimientos, como consecuencias de problemas que han
inquietado a las personas de otras épocas o a las personas de hoy; c) la
moralidad evidente para señalar lo mucho que se desconoce en el campo que se
está tratando.
Dentro
del marco de los fines o metas sociales y partiendo del objetivo dentro de la
comunidad y de la importancia que enmarca la praxis del docente, en su
entorno, Ciertamente cuando analizamos
un área más prolíficas de la filosofía contemporánea donde la ética cumple un
papel fundamental y relevante, como la ética profesional docente, es necesario
atender las voces de quienes trabajando en los distintos ámbitos, con firmeza y
seriedad, se preocupan para que el trabajo se lleve a cabo de acuerdo con el
nivel de ética cívica alcanzado por la sociedad.
Justamente
en descubrir esos valores compartidos y en aventurar, desde ellos, respuestas
responsables, se mezclan las comisiones nacionales e internacionales y los
comités de ética de las instituciones públicas, que van descubriendo cómo un
mínimo de acuerdos morales traspasa las fronteras y va forjando una ética
cívica transnacional (Cortina, 2003).
En
el caso de los fines sociales, que legitiman éticamente la profesión docente,
el Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el
Siglo XXI, presidida por Jacques Delors, las establece así: Para cumplir el conjunto
de las misiones que le son propias, la educación debe estructurarse en torno a
cuatro aprendizajes fundamentales, que en el transcurso de la vida serán para
cada persona, en cierto sentido, los pilares del conocimiento: aprender a
conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión; aprender a
hacer para influir sobre el propio entorno; aprender a vivir juntos para
participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas; por
último, aprender a ser, que recoge elementos de las tres anteriores (Delors,
1996).
En
este mismo Informe (Delors,1996),
realiza un importante aporte a través de una síntesis de las metas sociales o
el servicio que debe prestar la profesión docente al aprendizaje de los
beneficiarios de la misma: aprender a
conocer, armonizando una cultura general suficientemente amplia con la
posibilidad de ahondar en los conocimientos de un pequeño número de cátedras,
lo que supone además, aprender a
aprender para obtener y aprovechar las posibilidades que ofrece la educación
a lo largo de la vida; aprender a
hacer que tiene como finalidad
conseguir no sólo una calificación profesional, sino, más generalmente,
una competencia que faculte al individuo para hacer frente a gran número de
escenarios y para trabajar en conjunto.
Pero
también, aprender a hacer en el marco de las diferentes prácticas sociales o de
trabajo que se ofrecen a los jóvenes y adolescentes; aprender a vivir juntos, abriéndose la comprensión del otro y la
percepción de las formas de interdependencia, ejecutando proyectos comunes y
disponiéndose para tratar los conflictos, respetando los valores de pluralismo,
comprensión mutua y paz; aprender a
ser para que desarrolle mejor la propia personalidad y se esté en
condiciones de obrar con renovada capacidad de autonomía, de juicio y de
responsabilidad personal. Con tal fin, no desfavorecer en la educación, a
ninguna de las posibilidades de cada individuo.
3. Aplicabilidad Ética En La Praxis Docente.
La praxis de todo educador, además de ser una
práctica técnica, es una práctica ética en el sentido de que realiza o
actualiza los bienes sociales característicos de su labor pedagógica. Praxis profesional ética es una acción
moralmente informada; de ahí que las prácticas no sean un medio para producir
el bien o los valores a los que se aspira, sino el escenario perfecto donde se
encarnan y viven los valores (Puig, 2003). Estos valores son, por ejemplo: el
respeto a la dignidad a quienes va dirigido el servicio docente; la ayuda que
se les presta; la responsabilidad para con ellos y para con la comunidad social
a la que se garantiza la satisfacción de sus necesidades por la prestación de
servicios profesionales y pedagógicos
competentes (Chávez, 2008).
La ética del personal docente de las instituciones
educativas, desde la actualidad social del conocimiento, debe ser construida
entre todos los ciudadanos a quienes afectan las decisiones que se toman en el
terreno de la enseñanza y el aprendizaje (Cortina, 2003). En el sistema educativo las decisiones que se
tomen afectan a toda la ciudadanía, de
una u otra manera, y esto plantea la
exigencia de asumir con responsabilidad el reto de velar por el desarrollo de
buenas actitudes docentes que influyan de manera positiva en una sociedad de
igualdades, donde cada ciudadano sea participe en las decisiones y construcción
de su propio aprendizaje, sien así sujetos autónomos, facultados para y con
derecho a participar significativamente en tales decisiones.
Esa participación de todas las personas implicadas
es necesaria en una democracia real y en una sociedad civil vigorosa. Como se
ha mencionado con anterioridad, la consideración del sujeto como interlocutor
es válido para configurar la ética profesional docente, constituye el trasfondo
común a todas las éticas aplicadas. En todas ellas el afectado, en último
término, es quien está legitimado para exponer sus intereses, y sólo deben
considerarse legítimas aquellas normas que satisfagan intereses universales.
La ética docente debe atender al menos a cinco
puntos de referencia (Cortina, 2003): primero:
metas sociales por las que cobra su sentido; segundo: técnicas adecuados para alcanzarlos en una sociedad
moderna; tercero: marco jurídico–político
acorde a la sociedad, expresado en la constitución y en la legislación
complementaria vigente; cuarto:
exigencias de la moral cívica lograda por la actual realidad social, y quinto: exigencias de una hermenéutica
crítica, como marco de fundamentación de las normas del acto ético.
El proceso de diálogo en materia educativa moral
muestra la fenología de la práctica del
cuidado. Es decir, quien cuida presta atención o es absorbido inmediatamente
por el individuo cuidado, y esta última recibe y atiende los logros de quien
cuida. En este sentido, el diálogo tiene como requisito previo una relación de
confianza y comprensión. Se trata de la acción de dialogar entre agentes
morales, que invita a la comprensión de uno mismo y de la otra persona, es
decir, a la comprensión interpersonal.
Las instituciones educativas no deben hacer caso omiso a los asuntos que
están en el corazón de la existencia humana, por ello es necesario que los
estudiantes dialoguen de forma abierta, sobre todo, aquello que les pueda
interesar o inquietar, aunque puedan ser temas controvertidos.
Hay docentes muy reacios a este tipo de propuestas,
porque manifiestan que existe un riesgo previsible de adoctrinamiento o
imposición de determinados valores particulares. Piensan que los asuntos
relacionados con los valores deben ser tratados en el ámbito privado (en la
familia y en la iglesia), y no en la escuela como espacio público. En contra posición a lo expuesto la ética considera que los centros educativos son los
lugares ideales para experimentar, con aprecio y pensamiento crítico, los
valores, las creencias y las opiniones.
Es indispensable, el elemento de la praxis, porque
la capacidad para la atención interpersonal ha de ser practicada para ser
aprendida. Para desarrollar la capacidad de cuidar nuestros valores y de ser
sensible a las necesidades de los demás hemos de ocuparnos en actividades en
las que se ofrece un cuidado por la ética universal y preservar la ética de
otras personas en el diario vivir. Es allí donde el docente tiene un papel muy
relevante, el impulsar una práctica ética educativa, autentica y dignificadora
desde su propio ejemplo de vida.
El docente no puede ser solamente el
profesional que maneja su disciplina, sino también el sabio, que conoce cómo
educar, en la ciencia y en la vida; y ambos saberes pueden y deben ser
transferidos a sus estudiantes, pues es la mejor ayuda que puede recibir. Cumplir con
este reto es parte de la llamada
vocación, significa : encarnar una ética facilitadora del encuentro entre
iguales, encaminada a una legítima y democrática exploración de los intereses
compartidos, inscrita en las necesidades de las personas y los pueblos;
congruente con la exigencia de ampliar los horizontes del respeto a todos y
cada uno de los seres humanos. Requerimos de una re-conversión de hombres y
mujeres en ciudadanos y ciudadanas conscientes, libres y responsables,
plenamente partícipes activos de los procesos de socialización.
4.- Conductas
Inapropiadas En La Ética Del Docente.
En base a la reflexión antes
expuesta sobre el deber ser de la ética en la práctica docente, cabe revisar la
contraposición de la misma y dar respuesta así de cómo contrarrestar los
diferentes dilemas en la conducta ética del docente asumiendo lo retos de cambio y mejora.
Para definir
qué son las conductas no éticas
inapropiadas en los docentes,
Martínez Navarro (2010) retoma la distinción que fundamentan algunos autores, principalmente Augusto Hortal (2002,
quien se basa en MacIntyre), sobre la distinción entre bienes intrínsecos y
bienes extrínsecos en el ejercicio profesional.
Es necesario
iniciar en el hecho de reiterar que los cuatro principios de la ética
profesional, en que coinciden la mayor
parte de los autores que enfatizan el tema de la ética profesional son:
beneficencia o beneficio, no maleficencia, autonomía y justicia. En cuanto al
primero, que se centra en los bienes o servicios que cada una de las
profesiones brinda a la sociedad de la que forma parte, pueden distinguirse dos
tipos: los intrínsecos o internos y los extrínsecos o externos. Si se habla de
los primeros se refieren a las funciones sustantivas de los profesionales y los
segundos, a las condiciones de trabajo que permiten lograr los referidos
bienes. El conflicto emerge cuando los bienes extrínsecos subsumen a los
intrínsecos, lo que desvía, de manera muy pautada, el cumplimento de las
funciones que los profesionales deben ejercer.
En ese mismo
orden de ideas, Martínez Navarro (2010) afirma, sobre las conductas no éticas de los docentes, que
la corrupción se comprende como cualquier acto u omisión que señala que han
sido descuidados los bienes internos para dar prioridad a la acumulación de
bienes externos, accediendo a estos últimos por una vía diferente a la recta
dedicación profesional.
Señala que puede generarse en forma ligera un círculo vicioso: a) el
profesional se lamenta constantemente
que la institución en la que trabaja no le está proporcionando los
bienes externos que merece; ese malestar puede resultar en una reacción
negativa, consistente en reducir el rendimiento laboral b) las autoridades
perciben la reducción del rendimiento laboral y deciden recortar los bienes
externos; y en respuesta al recorte, los docentes se consideran maltratados y
acentúan las conductas inapropiadas. Para poder convertir ese círculo vicioso
en uno virtuoso, el autor alega que, además del diálogo, es conveniente reorganizar la distribución de los bienes externos (Martínez Navarro,
2010).
Entre
los ejemplos típicos de conductas no éticas inapropiadas en los docentes, están
los siguientes (Martínez Navarro, 2010):
- Descuido en la formación permanente y en la de
aspectos didácticos.
- No preparar adecuadamente las clases.
- Tratan con excesiva familiaridad a los
estudiantes, “tal vez intentando tapar sus propias deficiencias”.
- Impuntualidad y absentismo.
- No controlar adecuadamente el comportamiento de
su grupo de estudiantes.
- No corregir y retroalimentar debidamente los
trabajos y exámenes.
- Proselitismo.
- Ofrecen clases extras a cambio de dinero.
- Elevan indebidamente las calificaciones a fin de
promover el acceso de los estudiantes a otros niveles educativos o puestos
de trabajo competitivos.
- Paternalismo.
- Aceptan regalos de las editoriales y otras
empresas de recursos
- didácticos a cambio de adoptar sus libros de
texto u otros materiales.
Ante esta realidad el docente
debe enfrentar, con creatividad, situaciones prácticas imprevisibles que exigen
a menudo resoluciones inmediatas. Su finalidad no es la transmisión de una
serie de contenidos teóricos organizados y estructurados académicamente. El
objetivo debe ser; proporcionar al estudiante un marco de reflexión, a partir
del cual desarrolle destrezas comunicativas, de perspectivas críticas,
valorativas y enfocadas a fortalecer la autonomía moral, de tal forma que le
faciliten la interacción social y le permitan afrontar de forma adecuada los
diferentes problemas con que se va a encontrar durante el desarrollo de su
vida.
5.
Retos Y Dilemas Éticos
Hay que Pensar que los varios deberes de los profesionales
pueden entrar en conflicto y con ello pueden surgir los retos. Los mismos se
originan cuando hay dos o más posibles explicaciones de una misma situación. Según,
Louise Terry (2007) afronta el tema de los dilemas éticos aseverando que hay
varios modelos para ayudar a quienes toman las decisiones, pero que
extrañamente hay una respuesta decisiva y absoluta a un dilema ético.
En este sentido, la
mayoría de los autores en el campo de la ética profesional suponen que una
manera de proceder es retomar a Beauchamp y Chidress (2001) en relación a los
cuatro principios de la ética profesional: beneficencia o beneficio, no
maleficencia, autonomía y justicia. Hay que hacer referencia de que la
Declaración de la Asociación Médica Mundial contiene los mismos principios
éticos primordiales en relación con la investigación médica según lo referido
por Stanley & Maclaren (2007). Su provecho reside en examinar aspectos
principales y señalar objetividad en los procedimientos.
En relación a esto,
proyecta una serie de factores que pueden originar la reflexión:
• Las
profesiones están variando constantemente en el mundo actual, lo que provoca
que se desdibujen los roles, entonces hay diferentes exégesis de los roles profesionales,
las responsabilidades y lo que es éticamente apropiado.
• Mientras
que aumenta cada vez más la solicitud de rendición de cuentas, los
profesionales buscan mayor independencia en su accionar.
• Las
relaciones entre instituciones y agencias se están acrecentando, lo que también
resulta en conflictos ya que cada profesión define una situación de formas
cualitativamente distintas a las otras.
• La
carencia de confianza en las profesiones, es indiscutible en el aumento de
reglas que normalizan el comportamiento y limitan la autonomía profesional.
• En
cuanto a la toma de decisiones de cómo fijar los recursos para remediar algunas
de esas necesidades, no son bastantes los juicios que se basan sólo en los
aspectos financieros, políticos y legales, pues se requiere, además,
reflexionar sobre sus implicaciones éticas. Son casi siempre insuficientes los
recursos de todo tipo, entre ellos, los de índole económica, de infraestructura
y de profesionales con una buena preparación respecto a la diversidad de
necesidades y problemas que exigen soluciones y apoyos.
Retomando en este
punto, uno de los principios de la ética profesional, como es el de justicia,
Hortal (2002) refiere a que la ética profesional queda incompleta si no se
considera dentro de una perspectiva más amplia, desde la ética social, que
permita entender en qué contribuye el trabajo de cada profesión a mejorar la
sociedad. En este sentido los profesionales son los grupos más convenientes y
mejor situados socialmente para iniciar una repartición más racional y justa de
los recursos, que son escasos y necesarios a los fines requeridos. Entonces nos
cuestionamos lo que es prioritario cuando no hay recursos para satisfacer las
demandas de todos.
Teniendo en cuenta
que son tantas las necesidades y escasos los recursos para atenderlas y que los
individuos y grupos en la sociedad compiten de numerosas formas para conseguir
que se les atienda, en el trabajo interdisciplinario y en la vinculación entre
numerosas agendas sociales se priorizan las necesidades del colectivo y se
dejan a un lado las individuales.
Para complementar lo
expresado, Terry, Colin y Margaret Whittington (2007) plantean cuatro retos
contemporáneos. El primero está relacionado con la dimensión
interorganizacional, trata de examinar la necesidad de una práctica
colaborativa entre las agencias y los profesionales implicados en el
otorgamiento de bienes y servicios y a los favorecidos directa e indirecta del
ejercicio profesional. El segundo reto
atañe a lo político y corresponde a la justicia social en su más amplio
sentido. Este asunto refiere al principio de justicia, mencionado con
anteriormente, pues con él según Bermejo (2002) se hacen presentes tres
actores, que son los usuarios que solicitan determinados bienes y servicios; el
profesional que demanda medios para ofrecerlos; y los responsables públicos,
que simbolizan al conjunto de la sociedad y que quieren alcanzar un equilibrio
entre las necesidades, las exigencias y las expectativas de todos.
El tercer reto enlaza
lo político con lo organizacional; se muestra en el encuentro de los valores de
los diversos sectores de actuación profesional. Esto sólo es posible en la
práctica, en el orden en que se fortalezcan y se refuercen las instituciones
públicas, siendo democráticas e inclusivas, es lo que mejor puede responder a
los desafíos de formar profesionales col alta ética. El último reto apunta al
propósito universalmente profesado de los códigos éticos respecto al beneficio de
los usuarios. Aunque se ha adelantado mucho en el acatamiento de este
principio, su impacto aún demanda ser evaluado en términos de disponibilidad y
calidad. La búsqueda del bien es el deber ético de alcanzar los máximos
beneficios posibles y de minimizar la posibilidad de perjuicios e injusticias.
Susan Maclaren y
Audrey Leathard (2007) piensan que los profesionales “virtuosos” se
caracterizan por considerar diversos puntos de vista; reconocer conflictos
entre los principios éticos y balancearlos en sus decisiones; valorar sus
conocimientos y habilidades al hacer injerencias; suministrar defensa jurídica
a los individuos y grupos para que puedan conseguir el acceso a los bienes y
servicios profesionales; y manifestar rectitud en la relación profesional con
los colegas. Maclaren & Leathard (2007), estos autores muestran diferentes
tipos de dilemas y sus posibles soluciones. Frente a los conflictos que
consiguen generarse acerca de la provecho de los principios de la ética
profesional para la resolución de problemas y de la presencia de códigos éticos
de cada una de las áreas de conocimiento, consideran que un reto importante es
la posibilidad de fundar un código interprofesional de ética, acordado por
todos los profesionales implicados, incluyendo a los usuarios, para adelantar
en una tarea específica.
Estos códigos
interprofesionales brindan una forma de lograr el entendimiento y solucionar
desacuerdos morales que pueden hallarse entre los equipos multidisciplinarios.
Las explicaciones a favor de este enfoque hacen el insistencia en la
responsabilidad compartida, la necesidad de dar cuenta de los hechos entre las
disciplinas profesionales y la exploración de una estrategia alternativa de
reflexionar sobre la ética. Los dos primordiales explicaciones para dicha
proposición son: por un lado, que aun usando los cuatro principios de la ética
profesional como asiento para solucionar dilemas éticos (beneficencia o
beneficio, no maleficencia, autonomía y justicia), algunas veces los principios
pueden asociarse en problemas y se hace necesario establecer cuál o cuáles de
ellos tienen preferencia.
Por el otro, los
códigos de comportamiento profesional, que se basan en los principios éticos,
varían en cuanto al grado de disposición que brindan y logran diferir entre los
grupos profesionales. Cada profesión distingue sus derechos y obligaciones
mediante sus adecuados códigos éticos, y genera fuentes importantes de
tensiones respecto al trabajo interdisciplinario. Los apuntes de trabajo
colaborativo, interprofesionales y entre distintas agencias que atienden a los
favorecidos dan cuenta de que los códigos afrontan retos organizacionales y
políticos de una extensión más amplia y ello impacta la toma de decisiones.
Otro tipo de dilema
se encierra en las relaciones y roles entre beneficiarios y profesionales.
Maclaren y Leathard plantean para solucionarlos: balancear los intereses de los
beneficiarios individuales con los de la colectividad en la toma de decisiones;
evitar la exigencia de valores a las personas que no pueden resolver por sí
mismas; excluir las inequidades e injusticias que se originan por parte de las
instituciones; y abrir sistemas transparentes para la estimación financiera de
los beneficiarios. El tercer tipo de dilema se origina con los usuarios de los
servicios. La oferta es: lograr el involucramiento ético de los beneficiarios;
evaluar esto en relación con las derivaciones; y nivelar la libertad y la
autonomía individual con la seguridad pública.
El cuarto y último
tipo de dilema está relacionado con la forma de gobierno y la responsabilidad.
Maclaren y Leathard proponen: examinar los cuadros de reseña del gobierno para
asegurar que se clarifique su responsabilidad y que la autonomía profesional y
la moderación en la toma de medidas no se restrinjan indebidamente; desplegar
un entendimiento ético de las prácticas colaborativas; examinar la aplicación
de riesgos y precio de gobierno que no entren en conflicto con los valores y
códigos; calcular el impacto de los marcos de referencia de gobierno respecto
al involucramiento de los usuarios; y lograr una relación más eficiente de la
revisión ética y de la transparencia y consistencia de los patrones éticos
dentro de los cuadros de referencia gubernamentales.
6.
La Docencia Y La Formación Ética.
Para causar el
desarrollo moral, acrecentando el ideal ético en las relaciones humanas, la
ética del cuidado plantea utilizar cuatro procedimientos: el modelado, el
diálogo, la práctica y la confirmación. Según Noddings (1996). El modelado es
el primera forma de la educación moral, ya que permite mostrar lo que significa
cuidar, como cuando se ejemplifica a un niño la manera en que ha dirigirse
hacia su mascota. La acción de la práctica del cuidado presume un ejemplo de
cómo ha de brindarse y recibirse el cuidado.
La ética del cuidado
concibe el asunto de enseñanza–aprendizaje como situaciones para el encuentro
moral humano. Desde el punto de vista de la ética del cuidado, los profesores
están interesados en el logro académico de sus alumnos, pero más aún en el
progreso de los educandos como personas morales. De manera que, además de
brindar patrones de actividad intelectual, ofrece modelos de interacción
personal, asiste al alumnado con consideración y respeto, y les alienta a
tratarse de manera similar.
Concurre el peligro
de focalizar mucho la atención a la tarea de modelado y distraerse del
auténtico sentido de la práctica del cuidado. Noddings (2002), cree que se
ofrece el mejor modelado cuando se cuida sin ser conscientes de ello, es decir,
como una forma de ser y estar en el mundo. Aconseja que, si se ha de pensar
sobre algo mientras se realiza el cuidado, ha de ser sobre la propia relación
de cuidado. Es decir, el modelado ha de tener como propósito el encuentro moral
de las personas, no solo la demostración de una práctica.
El dialogo como
procedimiento en la educación moral enseña la propia fenomenología de la
práctica del cuidado. En otras palabras, quien cuida brinda atención
momentáneamente por la persona cuidada, esta última recibe y atiende los
esfuerzos de quien la cuida. Al respecto, el diálogo tiene como exigencia
previa un trato de confianza y comprensión. Noddings (2003), Se trata de un
diálogo entre agentes morales, que invita a la comprensión de uno mismo y de la
otra persona, es decir, a la comprensión interpersonal.
La escuela no debe
desconocer las cuestiones que están en el corazón de la existencia humana y es
ineludible que los estudiantes hablen de forma abierta aquello que les interese
o inquiete, aunque puedan ser asuntos controvertidos. Unos docentes son
renuentes a este tipo de propuestas, porque piensan que coexiste un riesgo
predecible de imposición de determinados valores particulares. Especulan que
las cuestiones relacionadas con los valores deben ser presentados en el ambiente
privado, y no en la escuela como parte pública. La ética del cuidado supone que
los centros educativos son los terrenos ideales para explorar, con aprecio y
pensamiento crítico, los valores, las creencias y las opiniones.
Según, Noddings
(2002). El componente de la práctica es indispensable, porque la capacidad para
la atención interpersonal ha de ser practicada para ser aprendida. En este
sentido, es necesario desarrollar la capacidad de cuidar y de ser sensible a
las necesidades de los otros, tenemos de ocuparnos en acciones en las que se
brinda cuidado y atención a otras personas. El fin de esta práctica es la
mejora del ideal ético, del sentido de relación entre las personas y de la
renovación del compromiso con la receptividad, entendemos así que la práctica
del cuidado se aprende participando en acciones de servicio a los demás.
En los centros
educativos los estudiantes podrían participar en movimientos de asistencia, de
manera que la creación de ambientes agradables sea un logro compartido con la
comunidad. El propósito de estas experiencias es la práctica del cuidado y la
adquisición de competencias profesionales. Es humano incitar al alumnado a
ayudarse unos a otros y a trabajar juntos, tanto para su mejora en lo
académico, como adquirir competencias sobre la práctica del cuidado.
CONCLUSIÓN
Estamos convencidos
que debemos estar continuamente adquiriendo conocimiento y dominio de las
ideas, metodologías y capacidades que garanticen un mejor servicio educativo.
La ética es el soporte para construir convicciones y compromisos para ayudar a
las personas a desarrollarse. La formación en este sentido es importantísima ya
que se debe Fortalecer la capacidad de los docentes de hacerse responsables de
lo que van a hacer, decir o argumentar. Para que los medios educativos sean
eficaces, se necesitan relaciones interpersonales profundas como para conocer
la realidad, motivaciones e intereses del alumnado.
Los retos y dilemas
en que pueden encontrarse los profesores y los alumnos pueden producirse en
otros espacios y dimensiones, tanto en el nivel organizacional como en el
interorganizacional. Lo importante en
la docencia ética es que se estimule en el alumnado su sentimiento de seguridad
personal, prestando atención a sus talentos y que se les brinde confianza, para
que estos a su vez puedan tener apertura a practicar lo ético en su quehacer
diario.
Existen numerosas
conductas no éticas de los profesores muy cuestionables, como la falta de
formación de los mismos, la poca preparación de las clases, las faltas de
respeto y discriminación hacia los alumnos,
entre otras. Se hace necesaria la posibilidad de aminorarlas, a partir
de la búsqueda de consensos y de procesos de deliberación individuales y
colectivos. Es necesario desarrollar habilidades que permitan razonar que
nuestro trabajo se hace con otras personas, en el contexto de los centros
educativos. La dimensión ética de la profesión académica, propone un modelo de
profesor pluridimensional, que relacione ciencia, tecnología y sociedad, como
parte de una cultura integral, que revitalice los valores humanos.
La profesionalización
del docente tiene como deber moral, ser una persona competente y con
capacidades intelectuales que le faciliten la adquisición de conocimientos y
competencias para realizar su práctica cotidiana. Es necesario proponer
estrategias que favorezcan los procesos de formación docente, presentar
programas de acciones que ayuden a proferir las dimensiones académicas y ética,
creando en los docentes una actitud positiva al cambio, para vencer la
resistencia a las propuestas de reformas educativas, anteponiendo los valores
éticos como eje fundamental para el desarrollo de la práctica docente.
BIBLIOGRAFIA
- Beauchamp,
T. & Childress, J. (2001). Principles
of Biomedical Ethics (5ª ed.). Nueva York: Oxford
UniversityPress.
- Bermejo, F. (2002). La ética del trabajo social.
Bilbao, España: Desclée De Brouwer, SA.
- Chávez, G. (2008). La responsabilidad:
rasgo de la profesión y condición de posibilidad de la ética profesional.
- Cortina, A. (2000). Presentación. En A.
Cortina y J. Conill, 10 palabras clave en ética de las profesiones (pp13–28). Estella, España: VerboDivino
- Cortina, A. (2001). Alianza y contrato.
Política, ética y religión. Madrid: Trotta.
- Cortina, A. (2003). El quehacer público de la
ética aplicada.
- Delors, J. (1996). La educación encierra
un tesoro. Madrid: Santillana–UNESCO.
- Escámez, J. (2007). Las aportaciones de la
teoría a la educación. Revista Española de Pedagogía, 237, 217–236.
- García, R., Escámez, J., Martínez, M. y
Martínez Usarralde, M. J. (2008). Aprendizaje de ciudadanía y educación
superior. En S. Valdivieso y A. S. Almeida (Eds.), Educación y ciudadanía (pp.
81–120). Las Palmas de Gran Canaria, España: Anroart.
- Hortal, A. (2000). Docencia. En A.
Cortina y J. Conill (Dirs.), 10 palabras clave en ética de las profesiones (pp.
55–78). Estella, España: Verbo Divino.
- Hortal, A. (2002). Ética general de las
profesiones. Bilbao, España: Desclée.
- Martínez Navarro, C. M. (2008).etica ETICA
PROFESIONAL. Editorial Revista.
- McLaren,
S. &Leathard, A. (2007). Conclusion. En Leathard, A. &Mclaren, S.
(Eds.). Ethics. Contemporary
Challenges in Health and Social Care. Great Britain: MPG Books Ltd.
Bodmin,
283-300.
- Noddings, N. (1996).
Stories and affect in teacher education. Cambridge Journal of Education, 26
(3), 435–447.
- Noddings, N. (2001).
Care and coercion in school reform. Journal of Educational Change, 2, 35–49.
- Noddings, N. (2002). Educating Moral People: A Caring Alternative
to Character EducationTeachers
College Press, Teachers College, Columbia University, 2002 - 170 p.
- Noddings, N. (2003a).
Is teaching a practice? Journal of Philosophy of Education. 37 (2), 241–251.
- Noddings, N. (2003b).
Caring. A feminine approach to ethics and moral education. Berkeley:
University of California Press.
- Puig, J. M. (2003). Prácticas Morales. Una aproximación a la educación
moral. Barcelona.
- Savater, Fernando (1997) El valor de
educar. Barcelona: Ariel Ed.
- Stanley, R. &Maclaren, S.
(2007). Ethics Issues in Health and Social Care Research. En Leathard, A.
&Mclaren, S. (Eds.). Ethics.
Contemporary Challenges in Health and Social Care.Great Britain.
- Terry, L. (2007). Ethics and Contemporary
Challenges in Health and Social Care. En Leathard, A. &Mclaren, S. (Eds.). Ethics. Contemporary Challenges in Health
and Social Care.Great Britain: MPG Books Ltd. Bodmin, 19-33.